Núm. 41 Octubre 2002
Comentarios sobre el XVII Congreso Internacional de Rorschach y Métodos Proyectivos.
Roma. Septiembre 9-14, 2002
Tuve la suerte de poderme alojar en una casa particular, dado que encontré muy caros los hoteles. Hubo fallos organizativos, para empezar los hoteles no incluían nombre ni dirección. A pesar del pedido de datos, no obtuve respuesta. Otro: En ningún lugar figuró la dirección exacta del Congreso, hecho que creó mucha confusión. ¿Dónde se encontraba la Pontificia Universidad Lateranense? Greg Meyer no fué el único que la buscó en el Vaticano!… y llegó tarde al workshop de S. Finn. Otro de los anunciados que se realizó fue el de nuestro colega y amigo P. Erdberg. De paso, os anuncio que volverá a su querida Barcelona el 22 de Febrero para la Reunión Anual Abierta de nuestra Sociedad.
Como ya es costumbre, no sé si por inercia de los Comités Científicos o por querer recibir la mayor cantidad posible de trabajos (hubo cerca de 420 inscritos) y de dinero, las ponencias se repartieron en siete sesiones simultáneas, ¡muy frustrante!, y los simposios, algunos, en el aula magna, único lugar donde había traducción simultánea (los japoneses pagaron la suya). Sería de suponer que allí se tratarían los trabajos más relevantes o interesantes o de “personas importantes”, pero no fue así. Hay que tener en cuenta que el congreso fue organizado por la Scuola Romana del Rorschach y por lo tanto Rorschach Workshops y los trabajos de Exner (que no pudo asistir por enfermedad), Erdberg, Meyer, Perry, Ritzler y Viglione -la plana mayor- no se presentaron en el aula magna, siendo relegados a alguna de las sesiones simultáneas… Para quien le interese, el comienzo de la nueva muestra normativa (N=300) del SC -con datos que se van acercando lentamente a los del resto del mundo- está disponible en Secretaría.
Fue el congreso más caro de la historia (y supongo que la fecha y el coste determinó qué poca gente vino de España y de Barcelona) y hubo voces críticas preguntando en qué se habrían gastado tantos euros. En particular los de la cena oficial (¡80 Euros!), en un subsuelo estrecho y oscuro y con una comida digna del bar de la esquina (un plato de embutido cualquiera, un simple plato de pasta con salsa, una ensaladita verde pobre, un plato con tres pedazos de carne a la plancha sin adornos -una hamburguesa (¡!), un pedazo de carne de cerdo y otro de carne , y de postre, tiramisú). Eso sí, en mi mesa tomamos mucho vino debido a la espera de más de una hora entre el embutido y la pasta, porque afuera llovía a mares y gran parte de la gente llegó tardísimo. Para peor, aparecieron cuatro músicos con voces operísticas -fuertes- así que pueden imaginarse el ruido infernal. Solo se podía hablar a gritos y no se podía circular por falta de espacio. Y eso que en Roma se puede comer muy bien y mucho por la módica suma de 25 Euros por cabeza, con vino.
Como el último día en la Plaza San Giovanni -al lado de la Universidad- se congregaba una gran manifestación contra el gobierno -lo habrán leído en los periódicos- las autoridades y Weiner (reelegido junto con la mayoría de la junta) decidieron adelantar la clausura del congreso, cosa que no me entusiasmó, y todo el mundo se fue pitando (¡ah! Londres 1968, mi primer internacional y ¡ah! Barcelona 1984, el precioso…!).
Con todo cabe mencionar brevemente información acerca de algunos trabajos interesantes: G. McGlone, un psicólogo jesuita de lo más divertido -¿y arriesgado?-, está estudiando a los curas católicos pedofílicos de USA con el Rorschach (N=muchos) después del gran escándalo. Z. Gavilán (Rosario, Argentina) presentó un tema original: La ausencia de FM.
T. Shaffer y P. Erdberg presentaron un nuevo índice (derivado de tres muestras normativas, la de Barcelona, la de ellos, y la de Exner), de “mal ajuste” que ayuda a identificar donde está el problema:
- XA% < .70
- WDA% < .75
- COP < 1
- X-% > .29
- MOR > 1
- GH-PH < 0
- Nivel 2 > 0
- D total < 0
- Wsuma6 > 10
Campo, Vilar y Erdberg estudiaron el índice HVI encontrando una ordenación distinta-y más convincente, creemos- de los ítems que lo componen:
- H total > 6 -la preocupación desconfiada con las personas-
- S > 3 -el odio-
- Zf > 12 -el control del campo estimular y de su organización-
- (H)+(A)+(Hd)+(Ad) > 3 -lo irreal de las representaciones-
- H+A:Hd+Ad > 4:1 -fue el ítem más frecuente pero lo es en muchos cuadros y por lo tanto fue considerado quinto-
- Cg > 3 -la preocupación por el aspecto externo defensivo-
- Zd > 3.5 -curiosamente el escudriñar cuidadoso, meticuloso y rumiativo resultó el índice menos frecuente en esta muestra de HVI positivos (N=46)
C. Virtanen (Finlandia) se refirió a la comparación entre depresión psicótica (N=29) y no psicótica (N=29), un trabajo no original pero muy bien hecho:
Psicótica No psicótica
L alta DEPI > 4
Blends bajos y C-SH > 0
R < 14 <— V > 0
WsumaC < 2 Lo típico, no SumaC’ > 2
Wsuma SH < 3 hay pensamiento MOR > 2
DEPI < 5 psicótico y es
MOR < 3 similar a los
C-SH = 0 síntomas negativos
FD = 0 en la esquizofrenia
Hay pocas referencias anatómicas -los pacientes estaban levemente medicados- y no hubo diferencias significativas en los niveles formales.
H. Lunazzi (Profesora Titular de Psicodiagnóstico en la Universidad Nacional de La Plata, Argentina) comunicó parte de algunos resultados parciales de un estudio normativo argentino, en el que se destaca la “inercia destructiva” reflejada por el estilo Blancanieves junto con p > a+1. V. Campo trabajó sobre las respuestas de color-sombreado en la muestra normativa de Barcelona (520) comparada con una muestra de pacientes clínicamente deprimidos (N=53) hallando que los voluntarios dan más C.Y en la Lámina IX y los depresivos más C.C’ en la Lámina II. E. Hartmann y M Martinussen (Noruega) demostraron que el Rorschach fue el único test -entre muchos- que pronosticó éxito o fracaso en un programa de entrenamiento militar. E. Muzio (Paris) señala la utilidad neuropsicológica del Rorschach en una población geriátrica. P. Erdberg en nombre de V. Campo (y de los psicólogos colaboradores: O. González, A. López, I. del Castillo, J. García, C. Schirado, I de Palacio, Y. Polo y M. Osuna -espero no haber olvidado a alguien-) y del Dr. J. Aguilar, habló del encuentro de H. Rorschach y M. Klein, en referencia a la investigación Rorschach-KPDS (Kleinian Psychodiagnostic Scale), que aporta datos muy sugerentes y dinámicos a muchos aspectos del Sistema Comprehensivo (todavía en elaboración).
De los escasos españoles presentes en Roma, mencionar el trabajo de N. Vásquez y M. Osuna sobre el envejecimiento y el de S. Viel y E. Ballús -a ambas les pido copia- acerca de la utilidad de los gráficos en la detección del duelo.
Asimismo hubo un interesante simposio sobre el TRO (fuera del aula magna), todo en italiano, así que entendí poco aunque me habían puesto de moderadora. Como premio A. Lis me regaló su nuevo libro (en italiano) que pronto estará en la Biblioteca.
Otros de los muchos temas tratados, dada la gran dispersión: trauma, abusos, selección de personal en el campo militar y policial (hubo un día en que los pasillos estaban llenos de uniformes), psicosomática, niños, terapia, adicción, narcisismo, z-test, etc., etc. Los tests de dibujo, el Pata Negra, el TAT y CAT también estuvieron presentes (ver libro de abstracts).
Como verá el lector, pude escuchar pocos trabajos y para hacerse una idea de este congreso habría que leer el libro de los resúmenes que, para gran disgusto de los asistentes, sólo se recibió al final del congreso y recién el primer día el programa. ¡Aspectos a mejorar -entre muchos- en el 2005 en Barcelona!
Vera Campo
Nota informativa de la Comissió de Promoció
El darrer curs 2001-2002, les diferents comissions van recollir l’enyorança de molts membres respecte a les reunions científiques que se celebraven els 3er. dimecres de mes als locals de la SCRIMP. Com ja sabeu, aquestes es van suspendre per manca de assistència sense que es pogués treure “l’ aigua clara” de les raons que la poguessin explicar.
A la primavera passada, la Comissió d’Ensenyament va fer la proposta de celebrar-ne de nou, canviant però la freqüència i el dia de setmana i, a més, fent-les obertes als alumnes tant de l’Escola com als estudiants de la universitat. Es va decidir que tindrien lloc 4 cops a l‘any en dissabte.
Així dons, la Comissió de Promoció ha posat en marxa aquest tema, encetant el cicle el dissabte dia 9 de novembre del 2002 (i no el 16 com està indicat en el tríptic), d’11 a 13 h. als locals de la SCRIMP amb el tema: “L’empatia en el procés psicodiagnòstic”, a càrrec dels nostres apreciats col·legues Silvio Sember i Rosa Royo.
Per començar en Silvio Sember ens donarà una conferència molt interessant sobre el tema de l’empatia, recolzant-se amb les concepcions de Kohut que, encara que conegudes, no per això menys innovadores respecte als esquemes clàssics del treball clínic. Després d’ una pausa-cafè, la Rosa Royo il·lustrarà aquestes concepcions amb material clínic, essencialment projectiu.
La segona sessió clínica serà el 25 de gener del 2003, a càrrec de Sílvia Viel que ens presentarà un cas de depressió amb tècniques projectives gràfiques.
Des d’ ara la Comissió de Promoció dona les gràcies a tots tres per la seva generosa participació.
La vostra presència entusiasta i reflexiva ens és indispensable per al recolzament d’aquest espai, on podreu intercanviar idees a fi de reprendre el diàleg científic entre tots nosaltres.
D’altra banda, si algú de vosaltres està interessat en participar-hi presentant algun tema o cas clínic per les properes edicions del 22 de març o del 17 de maig, poseu-vos en contacte amb la Comissió de Promoció (Cristina Ribera tel: 93 426 89 21); prendrem amb molt interès les vostres propostes.
Comissió de Promoció
Los dos análisis del Sr. “Z”
En estos días saldrá a la calle un libro en el que figura, entre sus autores, nuestro compañero Silvio Sember. Queremos comentarlo brevemente porque, aunque el tema no esté directamente relacionado con nuestro quehacer como Rorschachistas, seguramente será de gran interés para muchos de los miembros de nuestra sociedad, especialmente para todos aquellos que se dedican a la psicoterapia.
El libro lleva por título “Los dos análisis del Sr. Z“, y el autor que figura en la portada es Heinz Kohut, importante psicoanalista fallecido hace una veintena de años, que llegó a ser presidente de la Sociedad Americana de Psicoanálisis y vicepresidente de la Internacional. Este libro debe su nombre al primer artículo, “Los dos análisis del Sr. Z”, de H. Kohut. En él se nos relata cómo un analista tradicional (el mismo Kohut) analiza a un paciente durante unos cuatro años con éxito aparente; cómo después de esa época el analista hace una profunda reflexión sobre su trabajo y cómo, unos años después, el mismo paciente vuelve a consultarlo e inician un segundo análisis, esta vez desde la nueva perspectiva de la Psicología del Self, en la que en ese momento estaba trabajando el analista. Así pues tenemos a un mismo paciente analizado por el mismo analista con dos técnicas diferentes, lo que permite observar con gran claridad la diferencia de técnicas empleadas.
El libro incluye además un artículo de Ramón Riera que nos introduce al pensamiento de Kohut y a la Psicología del Self; otro artículo de Kohut titulado “Introspección, empatía y el semicírculo de la salud mental” y una introducción al mismo firmada por Silvio Sember. Esta última facilita la comprensión de este artículo, importantísimo en la obra de Kohut, donde pone las bases de un psicoanálisis basado en un paradigma diferente del freudiano, basado esencialmente en la comprensión, la empatía y la escucha atenta y benevolente de lo que el analizando tiene para decirnos, despojado de los presupuestos de la Metapsicología y de todo lo que ella implica.
Cierra el libro un muy recomendable artículo de Rogeli Armengol sobre el futuro del Psicoanálisis, en el que plantea que, si el psicoanálisis no cambia y se acerca a una observación más desprejuiciada del ser humano, está condenado a la reclusión en un ámbito de “fieles”, y a seguir siendo visto por la comunidad científica como una pseudociencia.
Editado por la Editorial Herder, este libro se presentará junto con una Jornada de reflexión, en la Sala d’Actes de la Mútua FIATC (frente a la Illa Diagonal), el sábado 14 de diciembre de 10 a 14 horas. En la mesa de debate estarán presentes la Dra. Eulàlia Torras, el Dr. Francesc Sainz, el Dr. Víctor Hernández y el Dr. Rogeli Armengol.
Os invitamos a todos a asistir a esta presentación y al debate previsto en la segunda parte (de 12 a 14 h.), donde esperamos contar con vosotros para aportar ideas, escuchar, compartir, disentir… y, en suma, pasar una agradable mañana junto a todos los profesionales que asistan.
Violeta Pérez
El vínculo con el diagnosticador
Hace tiempo que reflexiono sobre un aspecto de la relación entre el profesional que solicita una exploración y el profesional que la realiza.
En general, hay dos formas de vínculo entre estos profesionales: a) cuando el diagnosticador recibe al paciente sólo para determinar lo que le ocurre y luego decide proponerle una psicoterapia, enviando a la persona a un clínico; y b) cuando es el clínico quien primero ha visto al paciente y luego lo envía a diagnosticar. Ambos casos se dan tanto en la práctica privada como en la pública o en instituciones en las que los dos profesionales son miembros de un equipo sanitario. En este trabajo me referiré en especial al caso de la práctica privada en el que el psicoterapeuta deriva al paciente para diagnosticar a un experto en el tema; lo hago así porque es mi experiencia más amplia, aunque la reflexión pueda quizás extenderse a los otros campos.
Mientras que hay abundante bibliografía sobre distintos aspectos de esa relación, sobre el fenómeno de la “triangulación”, sobre las ansiedades que asaltan a ambos profesionales, tanto en los libros de texto de las asignaturas de tests como en artículos presentados en congresos y en revistas especializadas, no recuerdo haber leído ninguna referencia al beneficio que recibe el profesional que pide el examen, beneficio que queda en cierto modo “impagado”.
Quiero decir que cuando un profesional, un psicólogo clínico, escolar, un maestro o un psicopedagogo, un psicoterapeuta o psicoanalista piden un diagnóstico y envían al paciente a la consulta de otro profesional para que éste lo valore, es el paciente quien paga la exploración (repito, en la práctica privada), y recibe a cambio una serie de explicaciones sobre su persona, sobre cómo es, cómo funciona, qué mecanismos utiliza para neutralizar el dolor mental, cómo se enfrenta a los problemas de la vida cotidiana. El vínculo se cierra allí.
Paralelamente, el profesional que envió al paciente recibe del examinador una explicación, un informe detallado del resultado de la exploración y se espera que ello contribuya a su trabajo. Pero este último profesional no paga nada por ese servicio que recibe.
Junto a ello hay otro tema, más sutil. Es el sentimiento de la persona que pide el diagnóstico respecto de la acción de pedirlo. En mi caso, como clínico, cuando envío a un paciente a diagnosticar tengo la sensación desagradable de remitirlo a un servicio que tiene un coste económico y que, aunque el paciente generalmente queda satisfecho de haber hecho el gasto, me provoca una cierta incomodidad en la medida en la que también yo me beneficio de ello, y quizás más que el propio paciente, sin que a mí me cueste nada. En realidad no es del todo así, ya que hay que tener presente el coste emocional y técnico de afrontar una actuación, como es indicarle al paciente algo, en este caso que vaya a pasar un proceso diagnóstico, darle el nombre, el teléfono y la dirección de otro profesional, cosa que no es sencilla para alguien que trabaja esencialmente con la escucha comprensiva, la atención flotante y la empatía.
Pero para mí sigue siendo incómodo el hecho de enviarlo sabiendo que ello tiene un coste económico para él y no lo tiene para mí. Insisto en que aunque el paciente con frecuencia se sienta muy satisfecho de haberlo realizado, sigo pensando que el mayor beneficiado soy yo, pues conocer ciertos datos por anticipado no sólo me protege contra desagradables sorpresas posteriores sino que, además, me ayuda a la hora de tomar ciertas decisiones. Tal como he expuesto en Jornadas de la SCRIMP y en algún artículo breve, no envío a todos mis pacientes a diagnosticar, pero sí que a un cierto número de ellos les he propuesto hacerlo por diversas razones, y me alegro de haberlo hecho, porque me ha supuesto considerables beneficios, en particular en aquellos casos en los que el paciente volvió a pasar un diagnóstico al final de su tratamiento.
En este último caso, la comparación entre ambos diagnósticos es una herramienta muy interesante para valorar la veracidad de nuestras impresiones, la del paciente y la mía, sobre los objetivos alcanzados, sobre la profundidad de los cambios ocurridos y sobre la conveniencia o no de poner fin al proceso terapéutico.
Así es que parece claro que, si no es el más importante, al menos es igual el beneficio que obtengo yo al que obtiene el paciente. Además hay otro aspecto, tal vez de menor importancia, pero igualmente activo, y es que pareciera que es el diagnosticador quien le debe gratitud a quien hizo la derivación, puesto que el primero “vive” de su trabajo, y este trabajo se lo está proporcionando, en parte, quien le deriva. Dicho brevemente, parecería que cuando un analista o terapeuta envía un paciente a diagnosticar, el diagnosticador queda como deudor de gratitud hacia el primero.
Pero hay que tener en cuenta que quien deriva a diagnóstico, lo hace para una intervención puntual, única o a lo sumo para dos veces, mientras que el beneficio que obtiene se extiende a todo lo largo del tiempo que dure el trabajo que se haga, ya sea psicoterapéutico o educativo. Y por otra parte también se beneficia en la continuidad del trabajo, en la medida en la que muchos diagnósticos convencen al paciente de la conveniencia de tratarse. Por lo tanto es indiscutiblemente más grande el beneficio, también económico, para el que envía al paciente a diagnosticar que para el que realiza el diagnóstico.
Es por todo ello que he estado pensando en ofrecer a las personas a las que les envío pacientes para diagnosticar que, en lugar de recibir un informe escrito de los diagnósticos que realicen, tengamos una supervisión del caso con su ayuda y que esa tarea sea pagada por mí, con lo que, aunque el paciente no lo sepa, quedaremos igualmente beneficiados con el mismo (o similar) coste económico. Digo que “aunque el paciente no lo sepa” porque supondría detenerse en explicaciones completamente ajenas a la labor para la que se me contrata, pero no porque haya nada que esconder. En cambio creo que el hecho de pagar al diagnosticador por el beneficio que recibimos al conocer sus hallazgos, colabora a la higiene administrativa del vínculo, sin dejar de mencionar que la higiene más profunda se alcanza cuando terapeuta y diagnosticador conversan sobre el tema para elaborarlo conjuntamente.
Hace ya tiempo, realicé una experiencia con distintas personas que puede ser también una alternativa, si se logra formar un equipo suficientemente homogéneo para ello. Se trata de lo siguiente: en aquella época yo supervisaba mi labor con una persona de la SCRIMP; cuando enviaba a diagnosticar a un paciente, lo pedía a otros compañeros de la Societat. Luego nos reuníamos los tres, el diagnosticador, la supervisora y yo, y hacíamos lo que llamábamos una “supervisión a tres”, reuniendo y elaborando toda la información que habíamos logrado acopiar. En este caso el “pago” ya no es dinerario, sino que consiste en la elaboración enriquecedora, también para la persona que realizó el diagnóstico, del caso desde distintos puntos de vista; en el aspecto económico sigue siendo el terapeuta quien paga la supervisión, y supongo que representa para el diagnosticador una experiencia de confrontación, bajo la guía de una persona entrenada (el supervisor) que le aporta una nueva dimensión de lo que fue detectando durante el proceso con el paciente.
En todo caso, el eje de la reflexión está en ese sentimiento que refería más arriba, la incomodidad de enviar a alguien a diagnosticar sabiendo que representará para él un coste adicional al ya elevado precio de la psicoterapia, en un momento en el que el vínculo es aun frágil, y el poco estudiado vínculo con el diagnosticador desde el punto de vista del beneficio obtenido por el terapeuta. Es probable que en muchos casos, y a mí me ha pasado, los pacientes no sean enviados a diagnosticar precisamente por temas como éstos, poco elaborados e incómodos.
Pienso que todo esto que planteo puede generar mucha polémica, y me alegraré si así ocurre, ya que la discusión siempre es enriquecedora y suelen ser los disidentes quienes más aportan al desarrollo de las ciencias.